Biblioteca Popular José A. Guisasola





Nadie sabe cuándo ni cómo empezó esta historia de mudanzas en mi barrio…

¿Fue cuando la pescadería se instaló al lado de la florería? ¿Cuándo los novios dejaron de comprar flores?

Porque, ¿quién quiere regalar rosas con olor a merluza? ¿Y jazmines que huelan a atún?

La florista se mudó. Solo se fue a una cuadra. Se instaló al lado de una zapatería. Esta vez no hubo ramos de azucena que olieran a cuero. Ni alegrías del hogar con olor a suela de goma.

El aroma de flores llenó toda la cuadra. Y la fama de los zapatos perfumados atrajo a muchos clientes que llenaron los dos negocios. Al lado de la pescadería, el local quedó vacío. Hasta que abrió sus puertas una farmacia.

Pero, ¿quién querría comer mariscos con olor a desinfectante? ¿O ponerse un termómetro que huela a pescado?

La farmacia y la pescadería también se mudaron. Se fueron bien lejos uno del otro. Por suerte, siempre dentro del barrio.

El pescadero se fue a la misma cuadra que un negocio de mascotas. Pero los gatos y pájaros enloquecieron. Maullaban, se paseaban, revoloteaban y piaban atraídos por la fragancia a pescado. Los veterinarios del negocio de mascotas tomaron sus jaulitas y se fueron a un mejor lugar.

Hubo más mudanzas.

La farmacéutica se mudó cerca de una juguetería. Inmediatamente se pusieron de moda los muñecos doctores, las miniaturas de ambulancias y los botiquines de primeros auxilios de plástico.

Una librería amenazó con mudarse. No los convencía compartir la cuadra con un restaurante. Aunque se llamaban “DEVORADORES DE LIBROS”, las novelas románticas no se vendían con olor a pesto. Las de aventuras tampoco si olían a flan.

Y los clientes del restaurante solo pedían “sopa de letras”. Y el “mil hojas” como postre…

La pescadería ahora se instaló cerca de una fábrica de golosinas. Los padres estaban felices. Sus hijos querían comer pescado de postre. Pero los turrones dejaron de venderse. Parecía que tuvieran espinas…

Con el tiempo, todos se fueron acomodando. O fuimos nosotros, los que vivimos aquí, los que nos acostumbramos a la sinfonía de olores.

Ahora mi barrio es famoso por sus recetas de pescado al chocolate. También por sus libros comestibles. Y por sus remedios florales. Y por sus academias de bailes y ferretería. Y por sus gimnasios donde mientras hacen pesas se aprende idiomas.

Y por sus podólogos-psicólogos, que arreglan las uñas de los pies mientras ayudan a resolver los problemas de la cabeza. Y por los cerrajeros-dentistas, que tapan para siempre las caries, hacen llaves para bocas habladoras y ponen cerraduras que si alguien quiere forzar, gritan.

Y por, entre muchas otras cosas, los bazares de circo, donde se puede comprar una fuente sobre una taza sobre un jarrito o aprender a hacer equilibrio en la cuerda floja sosteniendo una docena de platos finos…

Y por las agencias de casamiento-mudadoras, que no solo encuentran la pareja ideal.

También los mudan al barrio de sus sueños...


FIN

Graciela Repún


Visto y leído en:

¡Chancho Va...! SEGUNDO - Libro de áreas integradas - Editorial Mandioca
http://www.estacionmandioca.com/books/chancho-va-2
https://issuu.com/estacionmandioca/docs/2016_1c_chanch2_recorrer_el_libro

 


“La lectura abre las puertas del mundo que te atreves a imaginar"

"Argentina crece leyendo"


Créditos: Garabatos sin © (Adaptación de Plantillas Blogger) ❘ Ilustraciones: ©Alex DG ©Sofía Escamilla Sevilla©Ada Alkar

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